El hacer el bien puede parecernos evidente como quizás un requisito para el buen vivir.
¿Pero quién definió lo que es bueno y malo en tu vida?
En cuanto más sometido te encuentres por las opiniones de tu familia y la cultura que te rodea, más probable será de que estas conclusiones no sean realmente tuyas, si no de un “Otro” abstracto que te presiona a actuar bajo sus reglas; sus creencias.
El bien también puede ser una forma que la cultura puede estarte presionando a no diferenciarte; a no ser tú mismo porque, ¿qué es la cultura si no una gran fuerza pacificadora del espíritu, cuyo propósito es que el orden se mantenga?
¿Pero está al servicio de tu felicidad y realización finalmente el orden de cómo las cosas son en este instante?
La rigidez de la cultura finalmente es una presión que debe combatirse para dar lugar al individuo que, en su obstinación, enfrenta el estatus quo para dar lugar a lo que su voz y desde su perspectiva debiesen ser las cosas.
… Y ahí, comienza el baile.
Tanto tu postura como la que intenta imponer la cultura finalmente se enfrentarán, en la medida que esta la encarnes y representes en la vida real y no solo en tus pensamientos, de una forma que dará lugar a una batalla cuyo fin será el progreso.
El progreso, que aspira a realizarse en su eterno cambio, solo es posible por aquellos valientes que deciden ir en contra de aquello que se les impone y que no calza con lo que desde su interior habla.
El obstáculo, entonces, es todo aquello que va en contra de la realización pura de tu voz interior.
Sea esta bien o mal catalogada por quienes te rodean inmediatamente, es importante ampliar tus horizontes y permitir que tu voz -tu idea, tu arte, lo que sea que está en tu interior exigiendo declararse- se desarrolle en el mundo real.
¿Te preocupan las ideas malas o dañinas que puedan surgir de este camino? No te preocupes, es probable de que ya se encuentren navegando al mundo, en este instante.
Te hablo a tí, a aquel que en su coraje quiere personificar las ideas del bien con las que busca hacer frente a las que tan claramente, hacen daño a quienes queremos.
¿A qué esperas, entonces? ¿A que alguien te de permiso para opinar distinto, a luchar por lo que crees?
Nadie vendrá, porque en realidad, es el mundo el que te está esperando a tí.
Atiende.