La vida plena de coraje exige ser vivida en su totalidad, a considerar, tanto aquello que acarrea alegrías como lo que te arrastra en penas.
Porque todo esto es vida: El conjunto de lo aparentemente bueno y malo.
Porque la vida plenamente vivida demanda un grado de sensibilidad superior al que muchos acomodan a experimentar; a vivir en una apertura hacia todo cuanto te ofrece tu tiempo en la tierra.
Y así, grandes sensibilidades traen consigo grandes alegrías, y grandes penas…
No es de extrañar que muchos prefieran resguardarse en muros de frialdad en las que, como respuestas a dolores del pasado, preferimos cerrarnos para no tener que sufrir otra ves.
¿Pero no es esto cerrarnos en la misma medida a lo bello de vivir?
¿No es así entonces el requisito de un buen vivir, el tener la voluntad a sufrir?
En algún momento leí una frase del tipo:
“Amamos la vida en la proporción que aprendemos a amar la muerte”…
Esto nunca lo entendí del todo, quizás hasta este momento:
Quizás, esto significa que para vivir plenamente, debemos aceptar las características propias de una vida de mortales que somos:
- El dolor
- Las injusticias
- La soledad
Entre muchas otras cualidades tristes y crueles que componen el existir.
Pero aceptar no es lo mismo que conformarse a estas cosas.
Porque finalmente, el amar la vida también requiere el coraje de poner la vida sobre muchas otras cosas…
… Pero este texto no va de ese tipo de dolor.
Va de un dolor más mundano, más dulce, más intenso.
A este dolor, toca decirle: “Bienvenido”, e invitarle a nuestro hogar
Porque en el valiente grito al mundo de la voluntad de vivir, no debiese extrañarnos cuando la muerte también llegue a tocar nuestra puerta.
Invitándonos a sentarnos, a sentir, a conmemorar y finalmente, a agradecer lo vivido.
Porque a la muerte la conocemos varias veces antes de su visita final.
La muerte se anuncia en todo lo que cesa de existir; en aquellas cosas que terminan.
Pero no debe ser una visita desconsertante ni cruel, para nada.
Es la visita más natural que puedes recibir; dolorasemente verdadera.
Invitándonos a la reflexión y la apreciación de aquellas cosas que en tu vida pudiesen estar naciendo, o desarrollándose ante tus ojos.
Por esto y más.
La mejor respuesta que puedo sentir como la correcta ante las inquietudes de una vida enfrentada a la verdad de un fin, de un cierre, podría ser:
“Gracias.”