End sign amidst palm trees and sunset sky in Santa Monica, Los Angeles.

Cierres y Finales

La vida plena de coraje exige ser vivida en su totalidad, a considerar, tanto aquello que acarrea alegrías como lo que te arrastra en penas.

Porque todo esto es vida: El conjunto de lo aparentemente bueno y malo.

Porque la vida plenamente vivida demanda un grado de sensibilidad superior al que muchos acomodan a experimentar; a vivir en una apertura hacia todo cuanto te ofrece tu tiempo en la tierra.

Y así, grandes sensibilidades traen consigo grandes alegrías, y grandes penas…

No es de extrañar que muchos prefieran resguardarse en muros de frialdad en las que, como respuestas a dolores del pasado, preferimos cerrarnos para no tener que sufrir otra ves.

¿Pero no es esto cerrarnos en la misma medida a lo bello de vivir?

¿No es así entonces el requisito de un buen vivir, el tener la voluntad a sufrir?

En algún momento leí una frase del tipo:

“Amamos la vida en la proporción que aprendemos a amar la muerte”…

Esto nunca lo entendí del todo, quizás hasta este momento:

Quizás, esto significa que para vivir plenamente, debemos aceptar las características propias de una vida de mortales que somos:

  • El dolor
  • Las injusticias
  • La soledad

Entre muchas otras cualidades tristes y crueles que componen el existir.

Pero aceptar no es lo mismo que conformarse a estas cosas.

Porque finalmente, el amar la vida también requiere el coraje de poner la vida sobre muchas otras cosas…

… Pero este texto no va de ese tipo de dolor.

Va de un dolor más mundano, más dulce, más intenso.

A este dolor, toca decirle: “Bienvenido”, e invitarle a nuestro hogar

Porque en el valiente grito al mundo de la voluntad de vivir, no debiese extrañarnos cuando la muerte también llegue a tocar nuestra puerta.

Invitándonos a sentarnos, a sentir, a conmemorar y finalmente, a agradecer lo vivido.

Porque a la muerte la conocemos varias veces antes de su visita final.

La muerte se anuncia en todo lo que cesa de existir; en aquellas cosas que terminan.

Pero no debe ser una visita desconsertante ni cruel, para nada.

Es la visita más natural que puedes recibir; dolorasemente verdadera.

Invitándonos a la reflexión y la apreciación de aquellas cosas que en tu vida pudiesen estar naciendo, o desarrollándose ante tus ojos.

Por esto y más.

La mejor respuesta que puedo sentir como la correcta ante las inquietudes de una vida enfrentada a la verdad de un fin, de un cierre, podría ser:

“Gracias.”

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