A lo largo de mi vida he experimentado la constante presión de crecer y cumplir con expectativas altas sobre lo que debería estar haciendo, o la persona que debería ser ya a este punto.
Algo así como un mal hábito ansioso, en el que constantemente nada de lo que hacía era suficiente, por lo tanto, me dejaba en un estado constante de insatisfacción y pesimismo sobre la calidad de mis esfuerzos.
Esto logré entenderlo mejor cuando descubrí el eneagrama durante mis estudios de Coaching Vocacional, que es una herramienta de personalidad que ayuda a comprender mejor tu personalidad, en mi caso, siendo un Eneatipo 1: El perfeccionista. (Incluyo el curso de Jordi Pons que en esta materia, encontré que es el material más completo disponible y te insto a visitarlo).
Tras comprender mi Eneatipo y así, hacer algunos análisis fuí comprendiendo mejor el por qué de este mal hábito mío de sentirme constantemente insuficiente en relación a una eternamente creciente demanda de lo que debería estar haciendo.
Finalmente, le comprendí como el miedo subyacente a no ser suficiente, fruto de experiencias de infancia.
La pregunta del buen vivir
Pero como es clave también para mí, no pretendía quedarme en ese estado crónico de insatisfacción y he trabajado por más de 5 años ya en la pregunta:
¿Cómo se vive bien?
En este caso, me refiero a lo que para mí significa vivir bien, pero siento que compartirlo será de ayuda de igual forma:
Podría guiarte a definir tus propias bases de lo que significa una buena vida, y encaminarte a ello.
Serenidad
El buen vivir lo he identificado como el vivir sereno. Esto quiere decir, en la medida que puedo relacionarme con el presente –que identifico como lo que siento y lo que pienso en este instante– con una constante aceptación.
Esto difiere un poco de lo que se plantea en el estoicismo, en la que se pone énfasis en comprender navegar y manejar finalmente aquellas emociones o sensaciones que resultan negativas porque, esta postura invita incluso el aceptar aquellas cosas que pudiesen parecer a priori negativas sobre tí.
Finalmente, la vida es un conjunto de vivencias y cosas que se encuentran tanto dentro como fuera de nuestro control (aquí tenemos la Dicotomía del Control también en el estoicismo) pero en muchos, se experimenta más dolor de renegar y suprimir emociones que de manifestarlas e integrarlas en el diario vivir.
Por supuesto, existen extremos destructivos de esta misma idea, pero que hasta esos es importante responderles con responsabilidad para buscarles su versión constructiva, hasta aquellas cosas que, de nuevo, nuestra primera intención pudiese ser reprimir y suprimir, como la ira.
Me expandiré sobre más de eso en otra entrada.
Hace no mucho un amigo me regaló una frase que encapsula esto bastante bien:
“Todo lo importante está pasando ahora.”
Y finalmente, la serenidad a la que finalmente es alcanzable aspirar, a diferencia de la felicidad que es más circunstancial y elusiva (lo que es natural, por cierto) resulta estar mucho más a nuestro alcance para poder perseguir e integrar a nuestro diario vivir.
Pero la serenidad demanda una entrega plena a nuestros estados internos; a la valentía de sernos fiel tanto a nuestros sentimientos como emociones.
Si al leer estas líneas te preocupa que pudiesen tomarse como una justificación para hacerle daño a otras personas, entonces eres la persona indicada para aplicar este mismo ejercicio:
Estás asumiendo que ser fiel a tus impulsos naturales te hará cruel y malévolo.
O peor aún, que alguien más lo será.
Pero finalmente más personas se vuelven malévolas no por una entrega a lo que suena verdadero en su interior…
Si no por huir del dolor y de la verdad que subyace el odio que podrían estar sintiendo.
Y para evitarlo, toca el compromiso más simple y difícil de concretar:
El compromiso contigo mismo; a ser fiel a tu verdad.